Desde hace más
de un siglo se presumía que la actividad física podría tener relación con una
mejoría de los procesos cognitivos que tienen su origen en el cerebro, pero gracias a una serie de estudios desarrollados
a principios del siglo XXI por la Universidad de Illinois, en los Estados
Unidos, (Sibley, B, y Etnier, J. (2002). The relationship between physical activity and cognition in children: A
meta-analysis. Pediatric Exercise Science ), .esta suposición terminó siendo una comprobación
empírica que arrojó como resultado que, efectivamente, como teóricamente se
estimaba, a mayor actividad aeróbica,
menor degeneración neuronal.
Hay que
aclarar que aunque no fue la primera investigación que se hacía en ese sentido,
los resultados arrojaron información importante que presentaba claramente a la
actividad física como una amiga de los procesos cerebrales. Trabajos
anteriores, realizados con animales, demostraron que el ejercicio aeróbico
podía estimular algunos componentes celulares y moleculares del cerebro
(Neeper, Pinilla, Choi y Cotman, 1996).
Así mismo,
otros estudios ejecutados en seres humanos también habían demostrado que
algunos procesos y habilidades cognitivas cerebrales en las personas mayores,
eran mejores en las personas que practicaban una actividad física que en
aquellas que no lo hacían.
Por ejemplo
en 1999 los mismos científicos que realizaron el estudio de la Universidad de
Illinois observaron que un grupo de voluntarios -que durante 60 años llevaron
una vida muy sedentaria-, tras una caminata rápida y sostenida de 45 minutos
durante tres veces a la semana, lograron mejorar sus habilidades mentales, las
cuales suelen declinar con la edad.
Pero los
beneficios cognitivos no se limitan solamente a los datos hallados en las
investigaciones realizadas con personas de edad avanzada. Existe evidencia de
que los procesos cognitivos en niños que practican una actividad física de
manera sistemática, son mejores que los procesos de niños que son sedentarios
(Stone, G. (1965). The play of little children.
Quest, 8, 23-31).
Sibley y
Etnier (2002) hacen un análisis de la relación que existe entre procesos
cognitivos y actividad física.
En este
texto, los autores plantean ampliamente los beneficios que tiene para el
desarrollo cognitivo de los niños, el hecho de que estos practiquen una
actividad física de manera regular.
Concluyen
argumentando que los beneficios de la actividad física son bastante altos y que
por ello es necesario que se adopten políticas para estimular la actividad
física entre esta población.
Estos mismos
argumentos son planteados y sustentados por trabajos de investigación como los
llevados a cabo por tres investigadores japoneses (BrainWork. (2002). The
Neuroscience Newsletter, 12) que realizaron un estudio con jóvenes adultos
sedentarios, a los cuales se les aplicó un protocolo de evaluación cognitiva,
antes de someterlos a un programa de entrenamiento físico. El programa
consistía en correr moderadamente por treinta minutos, tres veces a la semana
por tres meses, tras lo cual se les evaluó nuevamente. Los resultados mostraron
mejor rendimiento en las pruebas que fueron aplicadas después del programa de
entrenamiento físico. Las mejoras fueron básicamente en atención, control
inhibitorio y memoria de trabajo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario